09 February 2009

Llantas y zapatos

Éste post será muy largo porque tuve mucho tiempo para pensarlo. Gracias.


Hoy hacía un muy lindo día así que decidí salir a caminar.

Mentira.
Hoy me llegó un estado de cuenta de alguna cuenta muy a mi nombre y muy con todos mis datos, pero que yo desconocía donde tenía un dinero que también desconocía (que descubrí que era de cuando yo trabajaba como eslcava del telemarketing, o sea uuuu, hace como dos años, y de éste período de mi vida no hay una crónica y probablemente no la habrá) y como mi maltrecho automóvil estaba en el taller (porque le dió un paro cuando salía de una fiesta con choppers el sábado/domingo en la madrugada. Crónica de choppers: Pronto) dije "Bah, ps me voy caminando". Lo que es no tener nada que hacer en lunes.

Entonces salí a la calle y comencé a hacer con las piernas esa cosa rara que uno hace cuando no tiene un auto. Caminar, creo que le dicen, y que es más o menos como pisar un pedal, pero haciendo un movimiento hacia adelante y hacia atrás con toda la pierna y no sólo el pie. Primero con una y luego con la otra. Raro ¿no?. Yo sé.

Unos dos años a.C. (antes del Coche) yo sí caminaba mucho por todos lados, mucho en un espíritu hippilondio de... pues... caminar (?) o no tengo ya mucha idea, pero es comprensible porque tenía 17 y era una hippie asquerosa (crónica musical de eso aquí) y tenía un novio hippie asqueroso y no me bañaba y me importaba muy poco andar con mis pantalonzotes que arrastraban como mechudos por el mundo. Entonces de hecho me gustaba hacer eso de poner un pie delante del otro y además siempre en mi mente diecisieteañera de pacotilla me visualicé como la gran vocalista de una banda que creí que llegaría a ser, y en mi mente existían un montón de fans y era en atención a mi ideal de imagen-musical que me vestía todos los días como si fuera a tener una tocada y que caminaba muy oronda y orgullosota de mí misma por las calles. Después me empezó a gustar otra música y ví en Zara otra ropa más bonita y descubrí los encantos de las regaderas y los estropajos y mi hippidez desapareció para nunca más volver, porque a final de cuentas lo mío de andar como hippie no significaba mucho. Lo que sí descubrí en aquella época fué una de mis más desarrolladas habilidades en la vida: Hacer que los hombres en la calle voltearan a verme.

A partir de aquí todo sonará a presunción, así que no me importa si se entiende de ese modo o del que yo quiero hacerlo entender. Gracias.

Y es que sin importar la ropa que me pusiera, siempre lograba que me voltearan a ver. En aquella época, además, traía una ropa de lo más ridícula y una pinta de lo más mugrienta entonces supongo que los weyes de la calle no me volteaban a ver porque fuera yo una hermosa mujer, sino porque más bien me veía muy freak o porque les llamaba la atención ver a una especie de indigente tan blanca y alta; y pues claro, no me gustaba nada que me chiflaran ni se me acercaran en la banqueta para susurrar cosas porque lo sentía como una afrenta personal, y es probablemente que mi inconciente tenía más sentido común que yo y sabía que en algún punto de mi vida me arrepentiría de esas fachas de tarada. Entonces implementé una nueva estrategia: cargar con mi Discman (!) adentro del morral para aislar los sonidos desagradables y así podía simplemente ver que cuando pasaba junto a una parejita me hacían caras y las viejas envidiosas de mi espléndida fachadez le apretaban la mano a sus noviecitos, porque pues claro, no se los fuera a quitar yo con el encanto de mi zope sin depilar.

Después se terminó la prepa junto con una época de perdición y rebeldía a lo baboso y entré a mi fresa universidad y según recuerdo aún no tenía el tamaño de boobs que tengo ahora y todavía me vestía medio raro, pero ya finalmente tenía coche; lo bauticé, lo choqué unas dos o tres veces, nos separaron para encerrarlo a él en un corralón y a mí en una celda fría con cama de cemento un par de veces, guardó mi vida, refunfuñó cuando algunos tipos entraron en él, y se puso contento cuando otros lo hicieron, dormimos juntos y me vió orinar en la calle, deprimida, y otras veces me abandonó a mi suerte renunciando a lidiar con alguien que había olvidado cómo caminar. Desde el interior de la pequeña burbuja que son los autos, desde los espacios que vamos ocupando en los trayectos y que nos pertenecen tanto como las almohadas o las agendas, cambié y conocí muchas cosas diferentes y aprendí que la realidad se construye con la cercanía a los objetos, sean vehículos o sean paredes y pavimentos y zapatos en movimiento.

...y entonces hoy dije "Bah, ps me voy caminando". y comprobé que no ha disminuído un ápice mi fantástica habilidad de hacer que los hombres me volteen a ver en la calle. De hecho hace no tanto tiempo que me descubrí convertida en un tamal ambulante después de terminar con un wey y antes de decidir que lo mío era ser bulímica o hacer ejercicio; y en esa época lo único que me levantaba poquito el ánimo era salir a la calle y comprobar que aún los weyes me volteaban a ver a pesar de ya no ser una hippie y a pesar también de haberme convertido en un molote de masa. Y hoy, sin auto, las calles, los weyes y yo nos reencontramos. Me tomé el atrevimiento de salir de mi depa cuan larga y paliducha soy vistiendo unos pantalones de mezclilla, blusa, suéter y tenis, que creo que bien podría haber salido en tanga y hubiera pasado lo mismo, porque ahora no sólo los peatones me volteaban a ver, también los muchachos enfundados en automóviles. Unos me sacaron fotos, otros me dijeron adiós, o me hicieron una seña de thumbs up y ya no sólo chiflaron. Se esforzaron, creo, probablemente por el tiempo que tenía sin caminar por las calles, y es que caminé mucho porque cuando llegué al Santander más cercano (que me pareció hoy que estaba lejísimos) me dijeron que ahí no podía cancelar nada porque no era mi sucursal y fuí hasta la que sí era, paseando mi palidez por avenidas con mucha gente y coches, y me tomó todo como unas 2 horas, que con mi tamaño de zancada hubieran sido una eternidá para una mujer de 1.50

Ahora es cuando expongo mi teoría del nacimiento en país equivocado. Yo tendría que haber nacido en Noruega y allá nadie me voltearía a ver en la calle porque todos son muy altos y paliduchos y güeros.
Fin.

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