25 June 2008

Ya a qué hora...

Hasta el momento éste nunca ha sido (y hopefully no será) uno de esos blogs donde se hacen recomendaciones literarias, fílmicas o musicales; simplemente porque es muy pretencioso y porque tiene mucho que ver con el caracter yo-lo-se-todo-y-tu-no que tanto me caga de la gente.


Digo, si fuera así podría presumirles que fuera de mis papás y algunos maestros no conozco a nadie que haya leído más libros que yo, aunque evidentemente no los he contado (pero son muchos, porque yo solía ser de las niñas que se divertían los veranos vacacionales leyendo Ana Karenina y cosas por el estilo). Que tengo una colección musical de muchos muchos muchos gigas que probablemente la mayor parte de la gente no envidie porque está llena de autores recónditos que no se conocen con facilidad, o que en Blockbuster ya me avisan si han llegado películas nuevas porque ya casi me chuté todas las del catálogo, incluyendo las de Disney y un montón de comedias románticas horrendas hasta las de Cine extranjero e internacional. Todo ésto, evidentemente, si se tratara de ostentar. No es el caso. Solo es que se me cayeron un poco los calzones cuando descubrí un libro que es un retrato de cuerpo completo de la SemiGab depresiva de hace un par de años, que ahora se ha convertido en una depresiva contadora de chistes y con muchas ocupaciones que no la dejan deprimirse agusto, pero eso no es asunto que importe ahora.

Demonios, ¿por qué no me topé con ese libro hace años? Osh. Osh. Osh.


“Todas las campanas dicen lo mismo: Es demasiado tarde. Es demasiado tarde y estoy segurísima de que siguen sin oírlo. Aún no saben que tienen que intentar llegar a mí aunque eso les suponga dejar de comer, de dormir, de respirar aire fresco durante varios días; tienen que intentarlo hasta que mueran por mí. Tienen que sufrir igual que yo, e incluso entonces, no será suficiente. Tendrán que reorganizar el orden del cosmos, tendrán que poner fin a la guerra fría, tendrán que dejar de portarse como adultos llenos de amor y amabilidad que se preocupan el uno por el otro, tendrán que solucionar el hambre de Etiopía, poner fin al comercio de esclavos del sexo en Tailandia, acabar para siempre con la tortura en Argentina. Tendrán que hacer más de lo que nunca hayan podido pensar que iban a hacer, si es que quieren que yo siga viva. No tienen ni idea de la cantidad de energía y exasperación que estoy deseosa de chuparles hasta que sepan qué poco es lo que queda de mí, incluso después de haber tomado todo lo que hayan tenido que darme, porque les odio por no saberlo.”

- Elizabeth Wurtzel, Prozac nation -

16 June 2008

Me caga el futbol... AMO la Eurocopa

¿Qué hay peor que ver por televisión a un montón de hombres sudados y apestosos correr insensatamente detrás de un balón? La único peor que se me ocurre es una turba enfadada y fanática que grita y se apasiona por ésta estupidez.


Pongámos los pies en la tierra: México nunca ganará un mundial, León nunca probablemente vuelva a jugar en primera división, ni se hable de que pueda ganar un campeonato. El futbol mexicano es una soberana porquería, nunca he entendido el afán de emocionarse con algo que de antemano se sabe que resultará una decepción... aunque es cierto, yo sólo tengo hermanas y mi papá nunca fué nada fan del futbol, así que probablemente mi poca comprensión del manoseadísimo y manipulado fenómeno futbolístico viene de familia; pero aunque no me interese para nada el futbol me veo colateralmente dañada por cosas como bloqueo de boulevares por partidos conflictivos o claxonazos continuos por toda la ciudad cuando gana algún equipo que a la gente le dá mucho gusto que gane.


Si algún día alguien decidiera abolir el futbol para siempre, probablemente ese sería un muy muy feliz día de mi vida. El futbol mexicano, obvio, el mexicano y nada más, porque cada cuatro años alguien decide que es muy buena idea que en lugar de pasar novelas o noticieros o malas películas pasen un programa europeo de televisión buenísimo donde un montón de sexy-muchachos corren sobre sus sexy-piernotas y fruncen sexymente el ceño, concentrándose fuertemente en un trozo de piel esférico, el cual probablemente es una sesuda alegoría del mundo que debe pasar por un portal místico, o algo así. Se llama Eurocopa. Hay algo ahí que en apariencia es muy importante, y se llama gol, pero no he logrado descifrarlo totalmente.

He aquí como yo veo la Euro:
Guapo-guapo-guapo-mmmmmpiernas-gol-feo-guapo-guapo-guapo-feo-miraesasnalgas!-guapo-gol-guapo... and so on.

Caray, hasta me emociono (a veces), hasta siento feo que haya perdido Italia el lunes, si son todos tan guapos. De hecho cuando fué la final del mundial pasado gané muchas apuestas porque había apostado a Italia, sólo porque eran guapos, y todos los que sabían de futbol (me da risa ese término: "Saber de futbol" jijiji), apostaron a Francia y perdieron. Yo no veo el futbol; yo veo un programa de casi dos horas donde hombres muy atractivos sudan por ahí, que se llame futbol es mera coincidencia.


Ahora ¿qué hay mejor que ver por televisión a un montón de guapos hombres europeos con fantásticos cuerpos sudados y correr detrás de un balón? La único mejor que se me ocurre es verlos en vivo entre un montón de aficionados que también son guapos.

05 June 2008

La ciudad y el absurdo I

Ayer en la nochecilla regresaba al depa y pasé junto a un coche que se incendiaba en medio de la calle... y mi única reacción fué sacar el celular y tomarle una foto. Después basada en las expresiones atónitas y asustadizas de la gente alrededor me puse a pensar que muy probablemente para muchas personas eso no era nada normal. Unos minutos más de reflexión y me dí cuenta de que paso demasiado tiempo en mi auto, viendo que cosas absurdas pasan a mi alrededor a toda velocidad. Después noté también que quizá la ciudad en la que vivo tenga mucho que ver con mi absurda percepción de la realidad, y cuando me puse a checar archivos hace un rato, ví que hasta había documentado un poco de todo éste absurdo.

Para muestra:

¡Que vengan los bomberos, que me estoy quemandoooo! (8)(8)


Auténticas Hummer circulan todos los días por el campus de mi Alma Mater

¿ En qué ciudad normal vas a casa de una amiga y ésto es lo que hay junto al baño?




Alguien por favor explíqueme por qué hay un payaso gigante sentado en un edificio



Próximamente: El intrigante tema "Los hombres y el absurdo" y más entregas de "La ciudad y el absurdo"

02 June 2008

Prom night

Me encantan las fiestas grandes y elegantes. Son TAN prefabricadas; son divertidísimas, y te toca ver a todo mundo vestido como nunca, feliz y sincera o hipócritamente sonriente. Me encantan porque también ves ebrias a personas que no se supone que en la vida normal debes ver ebrias, la gente hace cosas raras, y las elegantes personas bailan todas las canciones que no son en absoluto elegantes y que son indispensables en las fiestas.

Si, me encanta todo el protocolo festejador. Me fascina ver como todos los simbolismos se respetan al pie de la letra, me causa una especie de morbo ver que pasaría si simplemente decidiera brincarme todo, pero luego veo que no tiene ningún sentido hacerlo, para qué, ni que yo fuera a acabar con los formalismos, con todo lo que se debe hacer. Hay que comprar un vestido y unos zapatos, hay que ir a sentarse horas con una mujer que se enreda los dedos con tu cabello, al graduado hay que regalarle flores, hacerle el día, y ponerle a las flores una notita que deje en claro quién las mandó y porqué, para ahorrarse explicaciones, hay que bailar el valse, hay que agitar las servilletas, hay que aplaudirle a los graduados, hay que ver que las chicas de la banda bailan ridículamente sincronizadas, hay que aperrar un centro de mesa, hay que comer comida que en teoría debería ser buenísima, y que más bien tiende a ser medianamente mala, hay que bailar todas las canciones de las que generalmente te quejas siempre, hay que aceptar globos, simi-pompones, antifaces y coronitas que te dan los animadores (además se ha creado un protocolario concepto que deja en claro la labor que deben desempeñar) y hacer cosas ridículas con ellas, como usarlas para bailar o adornarte, hay que en algún punto aventar los zapatos y bailar descalzo, hay que brincar, despeinarse el pelo con el que una mujer se enredó los dedos por horas, hay que sudar dentro de un vestido carísimo, hay que tomarse un millón de fotos, y hay que exagerar sobre la cantidad, hay que dar muchos abrazos, y sonreirle a todo mundo. Vaya, hay que estar contento.


Después hay que llegar a casa arrastrando los pies, cargando un centro de mesa que no servirá para nada, hay que lavarse la cara y dormir para poder amanecer al día siguiente como si un trailer te hubiera pasado por encima. ¡Ay! Hay que quejarse de todo al día siguiente, de la música, de la gente, de los vestidos y los zapatos, de la comida y del protocolo.

Hay que al final (aunque ésto sí es opcional) sonreírte solo y pensar: "Sí, yo me la pasé increíble", aunque todo sea perfectamente creíble, conforme a lo estipulado.