21 August 2008

Volver

Volver
Con la frente marchita,
las nieves del tiempo platearon mi sien.

Sentir
que es un soplo la vida.
Que veinte años no es nada.
Que es febril la mirada.
Errante en las sombras,
se busca y se nombra

Vivir
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo que lloro otra vez

El otro día regresé a la ciudad (porque andaba fueras) altamente hambrienta y sin ganas de cocinar ni dinero suficiente ni ganas de sentarme sola en algún lugar de sushi ni de pasar por hamburguesas desde la comodidad de un auto, ni de gastar crédito de mi hermoso celular para pedir pizza ni nada realmente… y con ganas de platicar, sentarme, decir que qué cansada estaba para que alguien me preguntara que porqué, contar chistes bobos, ver las olimpiadas y comer algo que supiera muy rico. Y nada, llegué a la que ahora se ha convertido en la casa de mis papás, porque ya realmente hace mucho que no es mi casa, y como se me ha hecho costumbre, me comí unas quesadillas con “el mejor queso del mundo” que es el que mi abuelito bautizó así y que hace en su magnífico rancho con muchas vacas y perros, del que he sacado fotos maravillosas con la cámara de mi mamá (y que no me ha pasado porque mi mamá tiene muchos problemas de conectividad) y en el que he desayunado el mejor huevo con salsa misteriosa molcajeteada con sus sacrosantas manos de adorado abuelito cocinero. Podría comer de esas quesadillas forever. Y esa salsa… ay, creo que estoy babeando.

En fin, que yo me estaba aprovechando un poco del internet casero y mi mamá sacó de quien sabe donde unos videos en VHS y unos aún en Beta (!) de su boda donde ella está toda bonita y mi papá con una cara de adolescente enamorado (aunque tenía como 28, creo) que no puede con ella, de festivales escolares, cumpleaños SemiGabescos, de vacaciones en Puerto Vallarta que se convierte en León II todos los veranos y de tomas de unas niñas encantadoras y unas bebeses latosas que seríamos mis hermanas y yo cuando aún no conocíamos nada de hombres ni de corazones rotos (las más chicas supongo que siguen sin saber nada de eso; qué bueno) y cuando reventar burbujas en el patiecito era una gran ocupación. De esos videos que ves con una tontísima sonrisa gigante y aguantando poquito las ganas de llorar que dan si andas en tus días. Estúpidas hormonas. Hmpf. Videos en los que no existen las peleas ni la tristeza ni las ganas de salir corriendo de esa casa en la que creciste, en los que se hace muy evidente por qué terminamos siendo como somos ahora.

Yo era una pequeñuela y encantadora ñoñaza SemiGab con pelo de Principito, que hablaba muy poco pero siempre con una abrumadora perfección y construcción de frases que ciertamente no iban con mi edad. Supongo que esas son razones suficientes para en la escuela me molestaran y me dijeran que yo era un niño porque no tenía el pelo largo. Tan sabios, mis queridos compañeritos que nunca leyeron el Principito, sólo habían visto los dibujos. En ese entonces me leía todos los libros de historia y los almanaques mundiales porque me encantaba, y me sabía las capitales de todos los países de América y Europa antes de que nos obligaran a conocerlas. Me pasaba tardes completas haciendo consultas en una vetusta Encarta 97 que era entonces, uff, tecnología de super punta y que tardaba años en arrancar, y ganaba siempre en los jueguitos de música del mundo y de memorama de cuadros famosos y sus autores. Me sorprendía sobremanera que en las casas de mis amigos sólo hubiera en los libreros ejemplares incompletos de enciclopedias feas que tenían capa sobre capa de polvo porque no eran ni siquiera un adorno que mereciera la pena sacudir. Omaigot. Qué ñoña era. Soy. Sigo teniendo una Encarta en mi lap. Soy la fan número uno del Pequeño Larousse Ilustrado. Le patearía el trasero a cualquier persona (que no fuera de mi familia) jugando Maratón porque estoy llena de conocimiento que la verdad no me sirve para nada más que para ganar en el Maratón. En mi familia nadie dice cosas mal porque se arriesga a una carrilla eterna y burlas socarronas hasta el día de su muerte en el que seguramente alguien pondrá en su lápida que llegó a decir munedas o vinistes. Alguna vez muy ebria en alguno de mis cumpleaños ya más “adultos” le dije a mis amigos que yo era la Real Academia de la Lengua. Jajaja. Desde entonces me hacen consultas porque se les olvida que las palabras graves son las que tienen la sílaba tónica en la penúltima sílaba y se acentúan sólo si no terminan en N, S o vocal.

Yo había archivado de mí una imagen infantil horrenda, con montañas de recuerdos penosos y tuve que hacer lo que cualquier persona que intenta mantener su sanidad mental haría: lo negué todo y esquivé mis recuerdos durante un tiempo en el que cambié tanto que ahora puedo ser objetiva cuando veo a la SemiGabita de entonces. Suficientemente objetiva para poder reconocerme y admitir que sigo siendo la mocosilla callada y solitaria que piensa demasiado y que por eso parece distraída, que observa con demasiado detalle y que hoy es treinta veces más desconfiada que antes. Sigo siendo la paliducha enfermiza que lloraba por todo con lágrimas gigantes, la cara roja y los ojos bien hinchados, porque no hay un modo elegante de llorar por algo que de verdad duele: una raspada en la rodilla o un hoyo en medio del pecho donde se supone que tendría que haber un corazón. Ahora simplemente aumenté mis niveles de cinismo de 0 a, no sé, 750%, tengo piernas muy largas y problemas comprando pantalones y bubis que crecen sin mi autorización a edades en las que ya no deberían hacerlo. Como ya también expliqué en
éste post, mis niveles de conocimiento del sexo masculino ahora se sitúan en un probable -4698%, y es posible que de las pocas cosas que realmente quedan intactas de entonces sea mi desmedido e insensato apego a mi almohada, a la sopa de fideos de mi abuelita y a escribir con caligrafía muy linda.

A veces me dan ganas de meterme en un DeLorean volador para volver a regañarme a mí misma, no por ser tan ñoña, sino por casi tener tatuado en la frente “Soy una listilla, una muy sensible, moléstenme mucho para que nunca nunca lo olvide”. O no, porque a lo mejor no tendría tanta resistencia a la gente estúpida, que abunda en éste mundo, que camina por las calles como si nada, como si ser tan estúpido fuera, además, permisible.

Y ya. Si se chutaron toda mi disertación merecen probablemente un premio. Localicen aquí a la listilla-Principito, sólo porque el otro día me topé con esas fotos en el Facebook de una excompañerita.



2 comments:

finísima persona said...

te visitaría más seguido si tus post no fueran tan largos


si tu eres la real academia de la lengua española yo soy un marihuano...

...no, chale, no quise decir eso, mi punto es que tú NO eres la real academia de la lengua. y lo que conoces de hombres es lo que todo mundo conoce de hombres, porque los hombres somos tan fáciles como algunas mujeres fáciles.

ya, me doy hueva

ya conéctate, te extraño

sniff

FilthDirt said...

Osh, ni son tan largos... éste yo creo que es el más largo.

Y yo si soy la Real Academia de la Lengua Española. Pof. Hmpf.

...yo también me extraño a mi misma conectada (para no decir que te extraño, jah)

Snif!