23 July 2008

Sinceridad

Muero de ganas de destruirle su mundito que espero sea perfecto, sólo para regocijarme en su dolor, después de haberme únicamente tenido que revolcar en el mío.

Quiero que llore todo lo que yo decidí que ya no lloraría por él, porque logré convencerme a mi misma que no valía la pena; aunque me hubiera hecho mucho bien. Quiero que su talento le arme una rebelión de proporciones mentales épicas o que despierte un día con una lobotomía frontal y que sea absolutamente feliz, como siempre he creído que sólo los inmaculados imbéciles lo son. Quiero que su vida se desmorone y cambie tanto, y tan paulatinamente, que le sea imposible notarlo hasta que no quede de él nada más que sus propios rastrojos inservibles, que anhelo diariamente poder pisotear. Que su estómago arda en una amargura que lo pudra por dentro y que el halo de la putrefacción le seque los ojos y el alma.

Podría ver, pasmada, radiante de felicidad, que su mente elaborara las mismas intrincadas jugarretas que la mía se entretiene elucubrando. Las que no me dejan dormir; las que se pegan a mi almohada como las mañanas de domingo negro en las que el vaho de mi desprecio llegó a arrastrarme hasta su orilla y que la resaca del tiempo agigantó, sin que él se preocupara por notarlo mientras chapoteaba alegre con sus pies mi ahogo.

Ojalá que a su vida, a su piel, se adhieran todos los peores pensamientos de los que me he nutrido hasta ahora –y los que pienso aún albergar, porque queda mucho espacio en éste rencor mío- formando una pesadísima cauda que le impida caminar en su propia existencia, porque es el único modo en el que me parece lícito permitirle vivir dentro de mí.

Y que finalmente quede atónito ante la certeza de que todo esto me es válido, simplemente porque le quise más allá de las medidas de mi propio odio. Porque no se permite a nadie la ingenuidad de creer que el amor no tendrá consecuencias…






…porque aún si todo esto te pasara, corazón,
tienes en deuda toneladas de cariño despilfarrado,
que se perdieron sin entrar jamás en el convertidor de la revancha.

Y porque te seguiré queriendo,
inconmensurablemente,
sólo para ver que algún día sufras más que yo.

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