28 October 2006

¡Cielos!

Un amigo chilango me dijo una vez que vino de visita que León era como Reynosa o algún lugar así... que no había edificios de más de dos pisos. En ese momento me molestó un poco, porque, bueno, no he ido nunca a Reynosa pero no me lo imagino como el lugar más tecnológico del mundo, además de que lo único que pensé es que era chilango-talk, de cómo todos los chilangos siempre creen que el DF es lo mejor y todas las demás ciudades se acercan a ser ranchos.

Después de ese día, me dí cuenta de que quizá probablemente era cierto que no había tantos edificios altos en León como los hay en el DF, pero que también hay mucho más cielo en todas las calles y casas aquí, que no hay allá. Un cielo que lo contiene todo; insolentes noviazgos con sus respectivas 12 horas, lluvias arruinadoras de zapatos o que mojan las bolsas del mandado, que inundan las escaleras de los edificios de departamentos. Cielo en el que caben tantas palabras que se dicen y no importan y tantas que nunca se dicen; que contienen la extrañeza de las visitas y de las personas convirtiéndose en cargadoras de sus propias baterías bajas, entre tantas cosas que se cargan en ésta vida.

Un cielo que se maneja, se maldice, se pierde, se olvida y se tiene siempre ahi arriba.

Así que si León se parece a Reynosa porque no hay muchos edificios altos, quizá esté bien. Ahora sólo hay que hacer algo con los pinches ciclistas.

03 October 2006

Fuck off and die.

Hay frases que deben decirse en persona. Van tan acopañadas de ademanes y expresiones faciales que si no se dicen en persona es mejor hacer de ellas un pequeño eufemismo hiriente y teclearlo por messenger o mandarlo por mensajito al celular o no hacer nada y guardar el sentimiento con el mismo cuidado que se guardan los regalos de las abuelitas en los cajones especiales y escondidos de nuestros cuartos.

No se puede hacer mucho con ellas después, porque pierden el olor, como los papelitos donde te dan muestras de perfumes en Liverpool; después de guardarlos en la cartera la perfuman por unos cuantos días y luego no queda de ellos más que el solo papel y el vago recuerdo roto, el nombre del perfume escrito en la superficie doblada, mezclado con olor a moneda y que se tira luego a la basura, como se va tirando a la gente y a las memorias a la basura.

02 October 2006

Séptimo día.

Los domingos se inventaron probablemente para que las Gabriellas tuvieran tiempo de preparar un litro de café con canela y leyeran historias de cronopios y de famas junto a su taza gigantesca y humeante silbando como Esquivel.

Tanto tiempo hay éste día para la gente que no es Gabriella que no saben que hacer. Hasta los televisores dominicales -tan sabios, tan interesantes siempre- súbitamente se vuelven insulsos y sonríen estúpidamente a la gente que canta o baila y es juzgada o corre con desesperación detrás de un balón junto con otros 21 acompañantes correlones, mientras las Gabriellas se rascan larga y detallamente la espalda y la panza que a lo largo de la semana habían olvidado que tenían que rascar.

Es el domingo el día que la gente se preocupa por visitar a Dios o platicar con él, o simplemente ir a su casa y sentarse y pararse protocolariamente sin pensar que tal vez Dios se aburre si no le platican nada. Quién sabe, las Gabriellas piensan que si alguien llegara a su casa y durante la visita sólo hiciera ademanes de sentadillas y picoteara un poco de comida probablemente no abriría la puerta la siguiente vez. Pero qué bueno que las Gabriellas no son Dios, porque tal vez se les olvidaría peinarse y el mundo andaría greñudísimo por ahí, sin poder hacer nada o tal vez cuando les diera por aplastarse los granos, en el mundo habría erupciones tan fuertes de volcanes que la gente creería que viene el juicio final; y el universo quizá estaría tan desarreglado como las camas de las Gabriellas en domingo.

Son seres egoístas, éstas Gabriellas, porque no comparten con nadie el sabor de su cereal con leche y del cigarro del domingo, ni el color tan similar de las mañanas y tardes nubladas del domingo con cerveza y pasta italiana cocinada bailando en una pequeña cacerolita dominical; pero no les importa, están muy ocupadas durmiendo o poniendo la nariz sobre el humo de canela y café con coffee-mate o bañándose lentamente, tarareando y ocupándose de minucias importantes para las Gabriellas. De domingo.