28 September 2006

Mueble o algo.

Cama estaba exhausta cuando amaneció; Francisco y Francisca habían dado vueltas toda la noche, y parte de la mañana también y no la habían dejado descansar como a una cama individual que era ella. Pensó que qué fastidio, que para eso existían las camas matrimoniales o las King Size y que ella no tenía que estar aguantando tanto brincoteo y tanta embarrada de tanto fluido corporal de todo tipo.

Las siguientes semanas, de cualquier modo, Cama estuvo un poco más tranquila. Ya Francisca no había traído a nadie más con ella en las noches aunque daba muchas vueltas todo el tiempo y tampoco la dejaba descansar mucho, y al final resultaba que Francisca, igual que Cama no descansaba en realidad y Cama se sentía un poco mal porque no cumplía de lleno con su función como cama.

Intentó resarcir un poco el daño que quizá pudo haber causado con su berrinche y trató de hacerse más blandita y más cómoda para que Francisca pudiera dormir más tranquila; y le tomó mucho tiempo, porque después de todo Cama era una cama y aunque tenía patas no tenía mucha movilidad; pero lo logró, logró ser una excelente pieza de mobiliario.

El día que ella finalmente consiguió hacerse una mejor cama, el día que todos los resortes estaban perfectos y todo el relleno y cubiertas y tablas perfectamente en su lugar, llegó Francisca llorando, se sentó en ella, agarro su almohada y la moqueó y la llenó de lágrimas y lagañas; no paró durante semanas. Francisca nunca se dio cuenta de lo que Cama había hecho, y aunque era sólo una parte del cuarto, un mueble, se puso muy triste. Ya nunca volvió a quejarse de nada, pero tampoco hizo un esfuerzo por ser mejor cama. Ni siquiera le importó que Francisca pesara más y su panza se volviera mucho más redonda y difícil de acomodar, ni que llorara todo el tiempo. La esencia de Cama se fue junto con los Kleenex mojados y llenos de mocos en un camión de la basura; y a Cama un día se le cayó una tabla, otro se le salió un resorte y después se le descuadró la cabecera.

Cama un día amaneció en el relleno sanitario. Francisca compró otra cama y brincoteó en ella de nuevo, ya no con Francisco y ya sin su panza redonda y grande.

De cajuelas llenas.

Si el tiempo que perdemos pudiera regresarse a nosotros y pegarnos en la cara, es mi humilde suposición que muchos de nosotros estaríamos ya deformes el día de hoy.

Perdemos tanto sin darnos cuenta de nada.

De repente la vida puede caber en la cajuela de un Chevy. De repente puede dejar de ser como la habíamos conocido siempre, como la habíamos planeado a corto plazo. Un día puedes levantarte y vivir dentro de la nostalgia futura que creíste nunca tener; el día anterior pudiste haber despertado en el piso, apestando a axila y sin poder bañarte. De repente un desayuno en Antares y compras en Bershka se tienen en el transcurso del mismo día y unos cuantos días antes Whoppers de 15 pesos era un lujo. Hace unas semanas tenías lavadora y ahora todo se lava a mano, y tu ropa y tus cosas se veían diferentes, casi tanto como tú mismo te veías diferente porque no te habías tenido que preocupar de tanto, porque siempre hay cosas que se han estado dando gratis y no nos damos cuenta. Y el tiempo no alcanza y el sueño nunca es suficiente, aunque sueñes que puedes volar, o nadar en gelatina tibia.

De repente la vida es pequeña y extraña. Y cansada. De repente todo lo puedes medir con el tamaño de tu cajuela. De repente la vida es finalmente tranquila.



04 September 2006

Memoria olfativa.

“Nos avergonzamos de demasiadas cosas, de nuestro aspecto y creencias pasadas, de nuestra ingenuidad e ignorancia, de la sumisión o el orgullo que una vez mostramos, de la transigencia y la intransigencia, de tantas cosas propuestas o dichas sin convencimiento, de habernos enamorado de quien nos enamoramos y de haber sido amigo de quienes lo fuimos, las vidas son a menudo traición y negación continuas de todo lo que hubo antes, se tergiversa y deforma según va pasando el tiempo y sin embargo seguimos teniendo conciencia por mucho que nos engañemos, de que guardamos secretos y encerramos misterios, aunque la mayoría sean triviales.”
- Javier Marías -




Qué raro regresar a un lugar al que no habías entrado hace meses y ver que las cosas no han cambiado. Los muebles no se han movido, la decoración es la misma en otoño que en primavera. Las personas se llaman igual y se sientan en los mismos lugares en la mesa. Huelen a lo mismo. Todo huele a lo mismo, a lo de antes. Qué extraño que te sientas agusto aún cuando todo lo habías instalado en el pasado y no planeabas volverlo a tener... ni siquiera lo habías cuestionado.

Tanto se calla. Tanto se pierde. Tanto y tan poco queda de nosotros en los lugares en los que estuvimos, en las personas con las que estuvimos. Tanto o tan poco vale la pena recordar que no nos molesta que regrese lo que habíamos tardado un tiempo en olvidar.

¿Olvidar qué, si la vida es tan rápida? ¿Porqué las narices nos engañan y recuerdan solo olores lindos, comida rica, cosas agradables?