24 June 2009

Quería que quedara registro.

Quería poder volver algún día sobre sus pasos y saber que podía ser así de feliz; y que quizá ese recuerdo como tantos otros que había tenido le salvaran un día. Que le salvaran de ella misma. No cabía en sí. No le cabían en el cuerpo las ganas que tenía de querer. De quererlo. De hacérselo saber. Quería decirle que sonreía por las mañanas y que comía manzanas, tomaba coca cola y se veía en el espejo pensando en él; quería decírselo todo, quería decírselo todo el tiempo y no podía pensarse haciéndolo sin sentirse estúpida y acosadora, sin sentir que invadía espacios que no le pertenecían.

Y entonces mejor le decía sólo a veces, muy escueto y sencillo, quedito que lo quería y que lo extrañaba. Que quería estar con él.

22 June 2009

Senectud

Alguna vez me paré un jueves en la tarde en el kiosko del Centro Histórico aquí, a bailar danzón (porque amo el danzón) con un viejito que me pidió que me casara con él, y es que tengo imán.

Tengo imán para los freaks y los viejillos raboverdes...

Recién vino acá un gran viejillo del arte a hablar poco comprensiblemente en público y a cobrar por eso y totalmente me amó, sólo por preguntarle si quería agua mineral o café y por picarle con mi dedito santo a las flechas en la computadora para cambiar las diapositivas de su presentación. Así de absolutamente arrolladora soy.

Me regaló tres de sus libros y me los dedicó todos (uno, de hecho, me lo dedicó doblemente), me invitó un café. Me hizo ir a la Feria del Libro a que me chutara de nuevo sus palabras incomprensibles a cambio de una firma en unos papeles que tenía que entregar y todavía fue y compró uno de sus propios libros ahí, para regalármelo. Cosita.

Yo mientras tanto, bloqueaba todo lo que sucedía, buscando caritas en los accesorios cromados, adentro de un baño.



Meh


Uh!

Blargh...


Tui!


El gran problema de los rucos raboverdes es que, pues qué quieren, dan mucho asco. El gran problema de los libros que los rucos raboverdes te regalan es que leerlos hace que te des asco tú mismo. Es un problema mucho mayor si los libros de hecho son buenos.


Bonus que nomásnahquever: El cactus más triste del mundo

13 June 2009

Esta es la historia espantosa,
la aventura dolorosa
de un juerguista,
tremendista.
Un artista del mamarse hasta perder la vista.

09 June 2009

La ciudad y el absurdo IX

Uno luego no se lo cree, pero acá los tránsitos son mucho más listos de lo que normalmente se pensaría. A mí hace mucho que no me multan (y qué bueno porque si lo hicieran se darían cuenta de que mi licencia hace como año y medio que está vencida), y es que he sido víctima de un método pavloviano con el que nos quieren enseñar a manejar reponsablemente en ésta ciudad.

Hace no mucho instalaron unas patrullas de cartón en tramos de algunas vías "rápidas" donde de repente había chance de descolgarse manejando. El truco era que las patrullas de cartón a la orilla del camino sí tenían torreta, y las dejaban encendidas todo el día (y la noche). Todo mundo que las veía de lejos le bajaba a la velocidad porque normalmente a la orilla del camino sólo se ponen los tránsitos cuando traen radar. Y terminábamos siempre manejando a la velocidad que es la que ahí en los letreros decía que teníamos que manejar. No tengo fotos de eso (porque, obviously, iba rápido y luego le bajaba a la velocidad) pero en cuanto consiga una, me sentiré con la imperiosa necesidad de publicarla. Pero también uno desarrollaba después de unos días inmunidad a ésto. Sobre todo si eran trayectos que se recorren diario.

Lo que sucedía también es que todos nosotros, transgresores del reglamento vial hacíamos, era ignorar a las patrullas de la policía, porque no te pueden multar, y portarnos bien durante el tramo en el que nos encontrábamos con una patrulla de tránsito, porque eran diferentes con el diseño y los colores. Entonces lo que hicieron fué unificar los colores de todas las patrullas y ahora uno no sabe si es policía o tránsito y tiendes a portarte también poquito mejor.

Muchas veces circulaban las patrullas con la torreta apagada (para, oh, sorprendernos in fraganti) pero también se alcanza a distinguir por el retrovisor esa cosota de torreta encima del techo de un coche. Entonces consiguieron unas nuevas y más bonitas y de una altura ridículamente pequeña, que también hace que uno maneje... digámoslo así... más responsablemente.

Hoy justo manejaba por una de las vías rápidas y descubrí un nuevo método. Como las patrullas de cartón, después de un buen tiempo ya no engañan a nadie, lo que hacen ahora es dejar una patrulla de verdat en la orilla del boulevard, pero vacía. Sin tránsitos. Sin radar. Yo creo que en una de esas hasta sin motor. Y todos nos portamos bien cuando pasamos por ahí.


Ya no sé que me dá mas miedo, si nuestra idea de transgresión a lo idiota o cómo los tránsitos nos encuentran siempre el modo, aunque sea el más absurdo del mundo y que por lo absurdo termine siendo funcional.

¿Será por eso que las multas son tan excesivamente caras aquí? ¿Por todo el trabajo intelectual que representan?


Y bueno, nunca he sido de celebrar los cumpleaños de mi blog ni nada porque la verdad me parece muy tonto, pero ésta es mi entrada 100. Yei. I guess...

06 June 2009

Dopey


Dopey era el nombre de mi viejo celular que la semana pasada sufrió un ataque y murió. Yo lo amaba. Y muy a pesar de que mi nuevo cel ahora es más bonito y es nuevo y funciona y todo eso, no puedo dejar de extrañarlo y he decidido rendirle un homenaje con fotos tomadas desde él, que por algún motivo nunca llegaron a ser publicadas (muchas las había dado por perdidas cuando mi compu anterior murió, porque al parecer eso es lo que le gusta a mis aparatos; morir, pero han vuelto y merecen su espacio)


El trajeado chopper y coqueteador por el boulevard.

¡Ayyy, ternuritas! ¡Dibujaron los perritos!


Así se veía mi oficina anterior (una de muchas, dentro del mismo lugar donde trabajo) cuando eramos judíos errantes de los escritorios y peleabamos por centímetros cuadrados de mesa para poder trabajar.
Nótese: Mis lentes, mis audífonos para no molestar a mis compañeritos, mi hermosa taza que era como beberme los jugos de Minnie, mi crema para las manos porque el jabón de la oficina es horrendo, mi café y mi sustituto-de-crema-para-café-light y demás, porque no nos daban ni café (todavía no nos dan), y mi vieja compu muerta. Snif. Los viejos tiempos.



Mucho antes de que imaginaramos con felicidad los días de influenza, éste ser me presumía sus máscaras rusas de guerra que huelen a liga con la que le aprietan el popote a los refrescos de bolsita

Nubes cuadradas y con huecos rumbo hacia mi Alma Mater



Foto que valdría millones si estuviera nítida: Juan Camilo Mouriño con unas reinas de algo. En Dolores Hidalgo, dando el grito.


Los bola-de-unicel, y el día de su invasión en el trabajo

Gym con mala publicidad. Yo no me inscribiría si termino con ésa forma.

De cuando recién me hice mi segundo tatuaje junto al primero. Adivinen cuál es el segundo y cuál es el primero y dónde están.



The cellphone is dead. Long live the cellphone.