24 March 2007

La novela del absurdo y su absurda pérdida.

Existen unos concursos en los que te dan mucho dinero por escribir bien y además publican tus cosas. Hay uno de esos concursos que lo promueve el honorable Instituto de Cultura del Estado de Guanajuato, y como mi ego y algunas personas me han dicho que escribo bien decidí intentarlo y, quién sabe, quizá dejar de pobretonear por ahí.

Así que con un ahínco, si no desmesurado, bastante apremiante, comencé a escribir una novela.

Las bases del concurso te especifican un mínimo de 80 cuartillas, tamaño carta, doble espacio, arial 10 (o 12, ya no recuerdo bien), firmar con pseudónimo, mandar tus datos o una pequeña autobiografía en un sobre sellado, sólo identificable con el nombre de la novela y el pseudónimo, y un montón de requisitos ridículos que me dispuse a cumplir cabalmente.

Pero sucede, como sucede en la vida, o como me sucede a mí cuando menos, que todo lo absurdo se me junta. Un día miércoles llegué a la escuela y estacioné mi coche sólo para que cuando saliera, ya en la noche y con citas encima me encontrara a un guardia:

- Sssss, señorita, no se va a poder ir.
- ¿Qué? ¿Porqué?

¿Multas en la escuela? ¿Me estacioné mal? ¿Me robaron el coche? ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?

- Ps cuando llegó, como unos diez minutos después de que se bajó y caminó a la escuela, yo creo que iría ud. por la explanada o por ahí, le explotó algo a su coche, yo creo que el radiador, salió mucho mucho humo y estuvimos tratando de contactarla con el número de su calcomanía del estacionamiento y todo, pero decía aquí que no tiene ud. clases en la tarde, así que no pudimos localizarla.

¿QUÉ? ¿Qué carajos es el radiador? (Estoy bastante desinformada del funcionamiento interno de un automóvil, realmente sólo me interesa que tenga gasolina, agua en los limpiadores y por inercia en las gasolineras digo "Chécame los niveles, y las llantas a 28" y supongo que en el orden del universo, cuando uno hace eso, todo estará bien)

- Ehm. Si, había venido a trabajar, pero si, no tengo clases en la tarde.
- Si eso supusimos. Pero pues no creo que se vaya a poder ir.
- ¿El coche ya no va a prender?
- Pues si, si va a prender pero si intenta irse probablemente se le desviele cuando esté ahí en el semáforo.

Pu-ta-ma-dre. Intentando descifrar la conexión entre los radiadores, las explosiones, y las desvieladas se me iba a ir la vida así que lo único que se me ocurrió fué preguntar si el coche se podía quedar ahí en la noche y mandar una grúa por él en la mañana.

- Claro que sí, señorita. Aquí de todos modos siempre le cerramos con candado.

Caminé a la parada del camión cargando la lap, la bolsa, los libros, las copias, el cansancio y un letrero de "No se nada de coches y ahora tengo que agarrar el camión" colgado en la frente. Llegué al depa y me derrumbé. Me dormí vestida y mal sentada en un sillón.

Para llegar a clase de 7 de la mañana al día siguiente llamé a un taxitel que, como era de esperarse, jamás apareció, o cuando menos no apareció a la hora que lo había pedido y tampoco llegaré a saber si después, porque salí caminando al boulevard para tomar un taxi ahí. Me tocó un taxista bastante despierto y dicharachero que me comentaba lo cansado que era trabajar como taxista, y que bromeaba con otros taxistas por el radio, saludándose floralmente entre ellos con un "Boyorno princhipesa". Me bajé en la escuela y llegué a clase mucho más tarde de lo usual y al momento de tener que hacer mi presentación descubrí que no tenía conmigo mi USB, fundamental herramienta en la vida de un estudiante global
izado. Pensé que probablemente lo había olvidado en el departamento, porque siempre suelo olvidar todo, aunque inconcientemente creía haberlo metido en la bolsa antes de salir.

Era temporada de exámenes y yo tenía mucho trabajo que hacer, muchos reportes, lecturas y ensayos que terminar para el día siguiente y decidí quedarme a trabajar en la escuela todo el día habiéndo ya arreglado el tema del coche y esperando a que lo regresaran al estacionamiento de la escuela para poder irme. A las 8 de la noche todavía no llegaba, pero me llamaron para decirme que ya estaban a punto.

Mi Chevy regresó, efectivamente, y le habían checado todo; además me habían asegurado que andaría mucho mejor que antes, aunque yo en realidad no lo noté. Me derrumbé de nuevo en un sillón llegando al depa e intenté ver los Simpson un rato antes de quedarme dormida y antes de despertar de un brinco al recordar que no había visto mi USB en todo el día. Como no me había espabilado bien al momento de pararme del sillón me maree y me caí, y prácticamente me destrozé el pie derecho con la mesita de café y entre maldiciones me puse a buscar con una desesperación gigantesca en todas las bolsas de pantalones, resquicios en la chamarra y abajo de la cama y no lo encontré por ningún lado. E hice lo que cualquier persona en sus cabales haría: llorar, berrear, aventar todo y maldecir por triplicado. Y seguir buscando, para nada. Y llorar más.

Como la lap que uso no es mía, sino de mi señor padre, casi todo lo que archivaba lo tenía en mi USB. Música, fotos, todos los trabajos de la escuela. Y la novela. Jamás ví totalmente la necesidad de respaldar tantos archivos, y actuando en consecuencia, no los había respaldado. Jamás le ví totalmente la necesidad maniaca al respaldaje, hasta ese momento.

Faltaba una semana para que se cerrara la convocatoria del concurso y ahora ya no tenía nada. Nada.

Finalmente no es tanto lo que uno pueda o no ganar, cuando se escribe siempre es como tener un pequeño bebé, una creación que uno considera siempre hermosa e invaluable, aunque cuando la encuentra, años después pueda con mucha facilidad decir "¿Qué mierdas estaba yo pensando cuando escribí ésto?".

Le llamé al señor padre, y lloré en el celular, y el se puso triste también porque me había visto muy entusiasmada ya hacía un tiempo con la idea primero de escribir una novela, y con el hecho de escribirla después, habíamos ya tenido largas conversaciones sobre el Quijote, y lo aburrido que podía a veces resultar leer a Nietzsche o a Kundera. Me regaló después un USB que el ya no usaba y que era físicamente igual al mío, y me consoló y me dijo que debería intentar volver a escribir la novela. Lo taché de loco porque no creía que pudiera escribir ya un carajo, mucho menos en una semana. Pero igual escribí, y me presioné sobremanera, dejé de dormir y desarrollé una fuerza extraordinaria en las mandíbulas a base de apretarlas todo el día. Conseguí dolores de cabeza inmunes a las cafiaspirinas y para el siguiente viernes tenía ya escritas unas 70 cuartillas de una novela que no se parecía en nada a la que se había perdido. Apenas logré terminarla, imprimirla, sacar cuatro tantos de copias, inventar un título y un pseudónimo al vapor, rellenar una hoja con algo que ni de lejos es una autobiografía y meterla en un sobre sellado para enviar todo por paquetería a Guanajuato.

Finalmente pude respirar, después de muchos días de estar al borde de arrancarme los pelos como el doctor Rascahuele de Animaniacs.

Los resultados estarán listos hasta mayo, pero la verdad que no creo ganar nada. Nunca he tenido suerte, pierdo hasta en los volados. Pero si la vida fuera un poquito justa, para mayo tendría yo $75,000 y una sonrisa inconmensurable colgándome de la cara.

Nah. Nunca pasará.

5 comments:

Demétrius Daffara said...

I say it may happen, still.

God, that was some breathtaking narration. Sure, I knew how it ended up but it wasn't less exciting for that.

It's funny cause I have the same car notion as you do. Or I know a little more than you. I know there's a lot of pistons and machinery but that's all, fuck. Oh yeah, sure, and magic. It only works because of magic. Like microwaves, television and fire.

Take care, eh?

Yours eternally, eternally yours,


CDM.

Indigente Iletrado said...

Cuando un ente diabólico se apoderó de una amiga que en una rabieta digna de mujer despechada (por algo decía Dante aquello de temer más la venganza de una mujer que al fuego del infierno) borró todo mi disco duro mandando al carajo miles de canciones, los textos escritos en cinco años y mi minicolección de pornografía me sentí sumamente triste. Pero luego liberado.

Ahora cada año quemo todo los papeles que garabateo hasta alguno sea digno de salvarse. No te apures por ganar el concurso, como bien dice Ruvalcaba: nunca jamás un buen escritor ha surgido de tales concursos.

¡Y Kundera no es aburrido! ¡y el Quijote es divertidísimo!

Gonzalo Del Rosario said...

Como dice "indigente iletrado" quien cita a Ruvalcaba: "nunca jamás un buen escritor ha surgido de tales concursos" . . . claro, pero sí que actúa como un eleva-autoestima y rellena bolsillos.
Por otro lado, Milán Kundera y el Quijote son chéveres.
Espero que logres ganar ese concurso
¿Por qué no publicas esa novela vía blog?

Darina Silver said...

Pues las primeras tres novelas que escribí (en una maquina de escribir, la verdad no fue en computadora) se las llevó una inundación...

Quedaron hecho un amasijo de papel pintorescamente coloreado en las esquinas.

Y bueno, siempre he pensado que habría sido bonito leerlas después de un par de años... pero la verdad nunca he creído que hayan sido muy buenas.

Después de todo, hay que seguir adelante... ya que.

D.

finísima persona said...

creo que ya habia escrito algo similar aqui

pero el punto es que eres de las pocas blogger a las cuales les soporto sus postos larguísimos, y los disfruto, no me aburro

soy fan