23 August 2006

Choques fallidos.

Cierta chica manejaba su Chevy por las calles de la ciudad, cansada, aburrida, sueñosita... ciertamente no al 100% de su atención. Había tomado clase acostada en un sillón y había comprendido porqué en las escuelas no hay camas, pero no le parecía justo; como no le parecía justo que la gente manejara tan lento cuando podría alcanzar a pasar el semaforo aún en amarillo, si quien iba delante de ella manejara más rápido.

Aparentemente no todos pensaban como ella, así que el hombre manejando delante de ella, encima de manejar razonablemente lento decidió frenarse repentina y obedientemente y no pasarse la luz en amarillo.

Chica conductora de Chevy se frenó también, viéndose forzada a concentrarse completamente en frenar y sentir de cerca un choque.

Nada pasó. Físicamente. Pero algo debió haber sucedido en la mente del hombre que conducía delante de ella que de repente se bajó a gritarle histérico que le iba a pagar los daños de su coche y que no la dejaría ir si no llegaban antes los tránsitos. Estaba claramente enojado, y señalaba una abolladura en la defensa trasera de su coche que no podía haber sido hecha por un Chevy (a menos que los cofres de los Chevys pudieran tener forma de poste).

La gente volteaba alarmada, chismosa. Esperando ver un aparatoso incidente que valiera la pena tantos gritos.

Cansada, la chica le dió al hombre el número de su celular; un celular que ya no usaría porque acababa de comprar otro más nuevo y más lindo el día anterior. Le regaló una paleta de limón que encontró en el interior de su coche y se fué. Llegó a su casa, comió sola porque ya era tarde y todos en su casa habían comido ya, y se durmió toda la tarde, pensando que su cama era infinitamente más cómoda que el sillón en la escuela.

19 August 2006

El desodorante del día anterior.




Ayer me puse una de esas blusas con lindo escote y buen color. Algodón. Bastante cómoda de hecho. Mi madre me la recrimina por el escote cada vez que la ve y me recrimina el ignorarla también, cada vez que lo menciona.

Salí de mi casa y empezaba a querer llover, era media hora más tarde de lo que había quedado de verme con mi cita. Jah. No era una cita pero me gusta decirles citas a todos los compromisos que tengo, suena a que estoy más ocupada y mucho más asediada de lo que puede que esté; es una amiga, habíamos pactado salir el viernes y tomar café o cerveza o algo, en uno de esos acuerdos en los que realmente no importa tanto lo que te comas o tomes sino la compañía y la plática de alguien con quien querías estar un rato.

Platicamos, pagamos, nos despedimos. Llegué a mi casa y prendí la computadora; no había mails ni nadie interesante con quién platicar y me puse a leer ese libro del jovencito autor peruano tan encantador y de apellido musical. Roncagliolo. O bueno, intenté avanzar algo en la lectura porque realmente caí jetonsísima como a los 15 minutos. Me dormí con mi blusa de algodón y mi escote, los pantalones de mezclilla y el cinto todavia puesto y bien ajustado. Cuando me levanté creo que mi blusa estaba más planchada que el día anterior.

Salí en otra cita. Jah. Con otras amigas y fuimos a tomar micheladas por ahí. Coquetee con un chico de una mesa cercana, platicamos y demás, cuando ibamos las tres en el coche de regreso descubrí que de algún modo extraño tenía puesta la blusa al revés. Probablemente me la había quitado en la noche, toda modorra y en la mañana me había vuelto a dar frío y me la volví a poner. Una mancha blanca en la axila me había delatado. Me imaginé mi papelón con el chico del coqueteo.

Culpa de las pocas ganas de arreglarme en un día nublado. No mía, por supuesto.