10 February 2007

¿Y tú qué me ves, pinche naco?

Regreso a la escuela. Bien. Uno ve a los amigos que olvidó o evitó durante todas las vacaciones y a la gente que probablemente no importe un carajo, y al chico que le gusta. Y se hacen esas fiestas de bienvenida donde lo único que importa es que se vendan las pulseras y los de la sociedad de alumnos no queden endeudados.

Uno decide ir, y previsoriamente se toma un par de vodka tonics mientras plancha o desplancha su pelo y acomoda el escote, pensando que es muy probable que no tome ya nada más en el antro, porque todo es de lo más caro en el antro.

Baila, baila, se despeina y brinca y baila un poco más, y cuando sale, se encuentra a amigos suyos cayéndose entre los árboles de la entrada al antro, pidiéndo que alguien los lleve a sus casas, que maneje su auto.

Uno accede. Se ha visto en esa situación.

Patrulleros de mierda, tránsitos con cuotas de multas que llenar cazan a gente afuera del antro y detienen a la amiga buen pedo, que no pasa la prueba del alcoholímetro, por culpa de los vokda tonics que decidió tomarse. Ella se enoja muchísimo e insulta a los patrulleros de mierda, a las putas que se acercan al coche cuando los obligan a pararse, a los médicos ineptos, a la pinche guardia lesbiana que quiere manosear a todas las que llegan ahí, a los cholitos encerrados en las celdas, a la amiga que no puede pagar ahora la fianza porque sus papas no están y ella no tiene tarjeta, no puede ir al cajero, a las cobijas que apestan a coladera y a su pinche panza por gruñir. Piensa que si ya la encerraron cuando menos tiene derecho a tratar a todos tan mal como pueda; así que les voltea la cara, azota los papeles que tiene que firmar, y cuando quiere un favor, lo pide con la voz más cortante y altanera que encuentra. Y todos le hacen caso porque no muchas veces llegan chicas del antro con ese escote y esa mala actitud ahí. Todos quieren coquetear con ella, ella se limita a patear egos y decir lo primero hiriente que se le ocurra.

Dicen que lo peor de la cárcel no es sentirse criminal, o la incomunicación, o los guardias o el encierro, el frío o el aburrimiento. Lo peor es tener tanto tiempo para pensar cosas, y que no se pueda pensar en nada bueno, ya no se diga entretenido.

Yo no lo sé de cierto. Eso me han contado.